divendres, 3 d’octubre del 2008

REFLEXIONES DE UN HIJO DE UN HIJO DE PACHAMAMA ACERCA DE LA HISTORIA ANDINA

Búsqueda angustiosa
Hugo Blanco (1)

Tengo la certeza de que nuestra historia no fue como nos dicen quienes vinieron a matarnos, a engañarnos, a saquearnos, a explotarnos, a torturarnos, a calumniarnos. Sus herederos continúan aplastándonos y continúan mintiendo. No, no fue esa nuestra historia, ni con los maquillajes que le hacen. Pero ¿cómo fue? ¿Cuál era la manera como veíamos el mundo? ¿Cómo era nuestra religión? ¿Nuestra medicina? ¿Nuestra vida social? ¿Cómo estuvimos organizados antes de que vinieran los invasores, antes de que nos aplastaran?

Entre los españoles no faltó gente buena, que nos quería; pero tampoco podemos pensar que ellos decían la verdad, pues acomodaban su interpretación al concep­to que tenían de lo bueno y lo malo.
Lo único que nos queda es imitar a los arqueólogos; quienes con los restos de las construcciones que encuentran tienen que deducir qué es lo que había en el pasado. En igual forma con los restos que aún quedan de la visión del mundo de nuestros antepasados, de sus creencias religiosas, de la medicina, de la vida so­cial, de la organización, de la agricultura, tenemos que imaginar cómo era esa totalidad antes de ser despedazada; podemos ayudarnos con algunos datos de los historiadores, usándolos con sentido crítico.

LA ÉPOCA DE PACHAMAMA

Cuando en muchos lugares del mundo fue dándose la formación de la humani­dad, la manada se fue transformando en comunidades de personas en que todos y todas trabajaban para todos y todas. Cuando las mujeres inventaron la agricul­tura y la ganadería, estas actividades femeninas pasaron a ser complementarias de la caza, la pesca y la recolección; luego, cuando la agricultura y la ganadería evolucionaron, ocuparon el principal lugar de la actividad productiva y también los hombres se dedicaron a ellas. Parece que hasta este punto la historia de Europa y los Andes es similar y es a partir de entonces cuando comienza la diferenciación.

En Europa el incremento de la producción condujo a que unas personas se hicie­ran dueñas del terreno cultivable y de otras personas, surgió el esclavismo. En los Andes, la irregularidad del terreno que lo hace pródigo para la agricultura, tam­bién lo hace difícil para ella. Al parecer el trabajo de extensa infraestructura agrícola, como grandes terrazas y largos canales fue más fácil realizar con la unión de las comunidades libres que con un sistema de esclavos. Para hablar con la terminología quechua en que la comunidad campesina se denomina «ayllu», se habrían formado ayllus de ayllus; ese tipo de organización, en su desarrollo, habría sido la que organizó lo que hoy se conoce como culturas pre-incaicas y, en forma desarrollada, construyó el Tawantinsuyo, al cual, erróneamente, los inva­sores calificaron como «imperio», pues, desde su punto de vista, un estado tan extenso no podía sino ser imperio.

La cultura andina, esencialmente agrícola, llegó a un alto nivel en ese aspecto, hija de la geografía andina, pudo comprenderla y adaptarse magistralmente a ella (hablando en términos europeos diríamos que supo «dominar» la naturaleza; en nuestra concepción, no hay guerra con la Madre Tierra).

Señalemos aspectos del adelanto agrícola, algunos de ellos subsistentes hasta hoy:
Descubrió y creó diversas plantas alimenticias muy nutritivas, de las cuales Euro­pa sólo utilizó la papa y el maíz. No aprovechan más que en mínima escala muy recientemente: la qañiwa, la quinua, la kiwicha, el tarwi (chochos), la maca. Existen 2000 variedades de papa y cientos de las otras especies.

Sentía gran respeto por la naturaleza, por Pacha Mama. No nos referimos al no uso de agroquímicos que no existían, sino a otros aspectos, como el cuidado del suelo cultivable: Al hacer andenes, dejar franjas de hierba en las laderas para que contengan el terreno, dar un curso determinado a los canales con el objeto de que arrastraran poca tierra, hacer los surcos en las laderas con una inclinación deter­minada de acuerdo al grado de precipitación pluvial, apropiada para que la lluvia arrastre la menor cantidad de tierra posible (algunas de estas técnicas subsisten) Se enriquecía la tierra con wano («guano» en su deformación castellana) de isla, de llama, de cuy. Otro aspecto notable de su sentido ecológico es que antes de la invasión europea no se cazaba vicuñas, se las rodeaba, se las agarraba vivas, se las trasquilaba y liberaba.

Había y hay plena comprensión y aprovechamiento de la biodiversidad. Una comunidad de media altura tenía un grupo de su gente criando alpacas en la altura y otro cultivando coca en la parte baja. Cuando a un comunero se le pre­gunta qué produce su tierra y él contesta orgulloso que produce «completo», está indicando que cuenta con diversos pisos ecológicos. Recuerdo que cuando era niño bajaba de la puna a la orilla del río a cambiar papas con tunas. Cuando era joven salía de la ceja de selva a la sierra fría a canjear coca con ch"arki y queso (antes que el imperio ordenara exterminar la hoja sagrada).

Había conocimiento de cuál era la necesidad de alimentación a nivel de todo el Tawantinsuyo. De acuerdo a eso se planificaba a largo plazo la producción, la distribución de andenes, de canales, de caminos y de almacenes (qolqas), inclu­sive se planificaba la distribución geográfica de los propios productores, a eso se debía en gran medida la traslación de mitimaes, que fue atribuida sólo a la inten­ción de evitar rebeliones. Además de planificarse todo esto a nivel tawantinsuyano, se lo hacía a nivel de región, de cuencas y micro cuencas y de ayllus. Una mínima parte de ello es lo que hoy se hace a nivel de comunidad, planificando cuáles tierras van a descansar del cultivo y serán destinadas al pastoreo.

Confrontado a inclemencias climáticas, a la disminución de fertilidad del suelo y a la presencia de plagas, supo enfrentarlas con rotación de cultivos, con cultivos asociados y el desarrollo de variedades resistentes; el monocultivo antiecológico recomendado por la civilizada «revolución verde» era inconcebible. Un solo ejem­plo: Hay zonas donde hiela, algunos años más y otros menos.

El campesino indígena siembra juntas tres variedades de papa de grados diferentes de resisten­cia a la helada. Si hiela mucho, las variedades menos resistentes morirán y su follaje servirá de protección a la variedad más resistente que producirá; si hiela menos será la de resistencia intermedia la que produzca protegida por el follaje de la menos resistente; si hiela poco, la que dé será la variedad menos resistente que es la más productiva. Sea como fuere el campesino nunca se quedará sin papa. El tipo de organización social era el más apropiado para el trabajo agrícola andino que a veces requería de pequeños grupos y en otras ocasiones de grandes colecti­vidades, como cuando había que construir andenes, canales, caminos, almacenes.

Es indudable que existían capas privilegiadas, pero no había latifundio, era fun­damentalmente la colectividad la que trabajaba y usufructuaba lo producido. En los grandes almacenes descentralizados se guardaba alimentos en conserva: carne (ch'arki), papas (ch'uño), maíz (chochoqa) y otros. Cuando en alguna zona había hambre por la excesiva lluvia, falta de lluvia, granizada, helada, etc... Los alimentos almacenados iban a esa zona. No existían el hambre ni la miseria. Los huérfanos, ancianos, inválidos, eran parte de la gran familia comunal, no estaban abandonados.

LA ÉPOCA DE LOS ENEMIGOS DE PACHA MAMA Y DE LOS HIJOS DE ELLOS

El gran saqueo de los ornamentos religiosos y artísticos fue lo menos grave, no fueron lo peor las matanzas ni las muertes masivas por enfermedades desconoci­das. El enorme daño fue que la organización de la sociedad y de la producción agríco­la junto con su infraestructura fue destrozada por los invasores.

A partir de entonces, hasta hoy, nuestro pueblo dejó de producir para beneficio propio. Se abandonó la agricultura como principal ocupación. Orientaron la pro­ducción en beneficio de nuestros opresores extranjeros. Vinieron para quedarse hasta hoy, el hambre y la miseria.

Lanzaron a nuestro pueblo a trabajar en las minas de oro y plata. Enviaban niños y adolescentes a que vivieran dentro de las minas, donde comían, dormían, defecaban, trabajaban, trabajaban, trabajaban.... y morían. Sólo muertos se los sacaba a la luz del sol. Por eso muchos de ellos se suicidaban antes de entrar o eran matados por sus amorosas madres para librarles del infierno fabri­cado por los cristianos. Thupaq Amaru se levantó contra esos abusos, a él le descuartizaron en presencia de su familia, a los componentes de ésta les cortaron la lengua antes de asesinarles, prohibieron usar la ropa indígena, hablar el quechua y todo lo que recordara la época de Pacha Mama. Sin embargo, temerosos, aminoraron los abusos y el quechua fue más fuerte que los asesinos, no pudieron matarla.

El furioso ataque anti-agrícola que comenzó con la desorganización de la formi­dable sociedad agraria y con la priorización de la minería, continuó con los des­trozos de andenes y de los waru-waru del altiplano, los destrozos de canales, de caminos, la implantación del latifundio (encomiendas y repartimientos que luego tomaron el nombre de haciendas), trozaron a Pacha Mama y se repartieron los pedazos.

Hoy continuamos trabajando para nuestros amos extranjeros. Con la «indepen­dencia», aunque con bandera e himno nacional, pasamos a ser colonia de Ingla­terra, luego lo fuimos de Estados Unidos y ahora nuestros amos son las empresas multinacionales. Producimos lo que el amo de turno necesita: wano, salitre, cau­cho, algodón, azúcar, minerales, harina de pescado, cocaína, y el dinero que nos queda, también lo enviamos para nuestros amos con el nombre de deuda externa.

El latifundio traído por los invasores continuó muy bien de salud luego de la «independencia». El libertador Bolívar dio como premio a sus generales hacien­das, con todo e indios. Hubo «elecciones» pero los «indios» no votaban «por ser analfabetos» y continuaba el analfabetismo favorecido por los gobernantes «de­mocráticamente electos».

Los hijos de Thupaq Amaru nos estremecimos y continuamos con nuestra larga historia silenciada de levantamientos, luchamos contra el régimen de haciendas. Las haciendas fueron brutalmente defendidas por «el gobierno republicano de­mocrático», por «la clase política» (todavía está vivo y es muy respetado el masacrador «democrático» de indígenas antihaciendas, Fernando Belaúnde Terry).

Sin embargo, a pesar de las masacres y de las cárceles, la lucha siguió, hasta que «la clase dirigente» comprendió que le convenía retroceder y, aunque tergiver­sándola, «legalizó» la reforma agraria. Los hijos de Pacha Mama continuaron y continúan la lucha contra los aspectos deformantes de la «Reforma Agraria». Hace poco, uno de los gobiernos herederos de Pizarro, determinó que se «paga­ra la deuda agraria», es decir que se premiara a los exgamonales que heredaron una terrenos usurpados porque les sirvió para hacer trabajar gratuitamente a los indígenas en su propia tierra. Nadie protestó, ni las organizaciones de los campe­sinos que continúan en la miseria. El triunfo que significó la liquidación de las haciendas, se reflejó en el aspecto político y se dio voto a los analfabetos. .

El ayllu, la comunidad campesina, ha sido y es permanentemente acosado por enemigos de Pacha Mama: Lo combatieron los españoles, Bolívar pretendió disolverlo, fue atacado por Velasco Alvarado y por Fujimori. Pero el ayllu es más fuerte que sus enemigos, está en nuestra sangre. Lo hicimos avanzar expulsando a las haciendas. Continuamos triunfantes contra las organizaciones supuestamente colectivistas (SAIS y otras) que eran nuevos latifundios en beneficio de un reducido grupo de burócratas, impuestas por Velasco.

EL AYLLU HOY

La voracidad de los nuevos latifundistas favorecidos por Fujimori ha sido may en la costa, donde atacan a las comunidades. En la sierra el gran enemigo de ell son las empresas mineras, que están contaminando sus tierras cultivables y d prendando la naturaleza en general. Estos modernos asesinos de Pacha Mama so entusiastamente defendidos por el gobierno y la oposición, la «clase política» les rinde pleitesía porque así lo ordenan los amos extranjeros.

En estos casos el ayllu se bate en retirada contra los herederos de Pizarro (es', simbólico y muy significativo que el país sigue gobernado desde «el palacio de Pizarro»).

Las comunidades selváticas son agredidas, con anuencia de todos los gobiernos. por los taladores de madera y por las compañías petroleras y de gas que contami­nan el medio ambiente, contribuyen a saquear la madera y agreden la forma de vida de los habitantes milenarios de esas tierras. Hoy se cierne sobre ellas la amenaza de construcción de la carretera interoceánica exigida por las multinacio­nales con sede en Brasil y Asia.

Afortunadamente hay aspectos en los que el ayllu está avanzando. Uno de ellos es el avance de las rondas campesinas (las verdaderas, no las fabri­cadas por el ejército para combatir a Sendero). Son instituciones de justicia indí­gena y campesina que nacieron en el norte del país con muchas luchas contra los poderes de los opresores, sin embargo, ante el avance de ellas desde la ilegalidad, se vieron obligados a «legalizarlas» aunque deformando su sentido de independencia. Otro de ellos, muy importante, es el avance en el terreno municipal.

Cuando se liquidaron las haciendas y se dio voto a los analfabetos, en algunas zonas rurales continuaron reinando los poderes locales, a veces hacendados que se habían quedado con «lo mínimo inafectable» que eran las mejores tierras, otras veces exhacendados que continuaban siendo los «vecinos notables» o nue­vos «vecinos notables», nuevos opresores poderosos.

Contrariamente, en otros lugares comenzaron a surgir alcaldes y regidores cam­pesinos indígenas. Algunos de ellos traicionaban a su gente y se portaban tan mal como los «vecinos notables». Sin embargo, otros no olvidaron sus orígenes y costumbres comunales y convocaban a los presidentes de las comunidades para consultar con ellos sobre la actividad municipal; pero, como la ley ordena, en última instancia era el alcalde quien debía mandar.

En el distrito de Limatambo, provincia de Anta, departamento del Cusco, se ha dado un salto cualitativo. Ahí se reunieron las comunidades y eligieron a su can­didato en votación secreta, cuando éste triunfó, cumplió lo previamente acorda­do, que quien mandara no iba a ser él, sino la asamblea de delegados y delegadas de las comunidades, asamblea que se denominó «Consejo Comunal», y que posteriormente se convirtió en «Consejo Comunal y Vecinal», cuando los veci­nos de la pequeña población capital dejaron de ver como enemigo al municipio indígena y comprendieron que les convenía incorporarse al cuerpo gobernante. Podemos decir que es el resurgimiento moderno del ayllu de ayllus que hubo en nuestro pasado.

La democracia europeo-norteamericana ha sido históricamente falsa; la demo­cracia griega de los atenienses, inventores de esa palabra, era el mando de los esclavistas machos sin participación de los esclavos ni las mujeres. La actual, de la que el Perú se enorgullece, es la dictadura del dinero, mediante el cual se compran espacios de televisión, radio y periódicos escritos, se distribuye carteles y volantes en las campañas electorales; además, los candidatos hacen infinidad de promesas que no cumplen y...... no pasa nada.

La democracia indígena de Limatambo es el gobierno municipal en manos de toda la población organizada. Por lo tanto son imposibles la corrupción y el robo, toda la población está enterada de a dónde va el dinero. Así, éste se destina a lo que la población de las respectivas zonas del distrito necesita. Eso hace que, como el dinero recibido por el municipio es injustamente exiguo, los habitantes decidan trabajar en forma colectiva y gratuita, antigua y clásica costumbre del ayllu, pues el poco dinero recibido no alcanza a cubrir jornales.

Por eso el municipio de Limatambo rinde el triple de otros municipios. Por eso no hay comunidad que no tenga agua potable y carretera, lo cual es mucho decir en un distrito del interior de un país súper-explotado por las multinacionales como el Perú.

Esa democracia es una herencia cultural nuestra, hace milenios que la comunidad se gobierna a sí misma. Toda ella está interesada en los problemas de uno de sus miembros, de dichos problemas no se habla solamente en las asambleas; son temas de conversación en el trabajo, que se hace en forma colectiva con mucho interés, aunque sea para beneficio individual de alguno de los miem­bros.

También en las casas, donde no hay televisión, la familia trata estos proble­mas. Naturalmente que, los trabajos colectivos que hay que ejecutar, tienen un sitial importante; el arreglo del camino; donde hay, la chacra colectiva, son pro­blemas tratados por todos y todas y decididos por todos y todas.
Por supuesto que existen ayllus deformados, en los que manda un grupo de poderosos y no la colectividad. La influencia del corruptor mundo exterior es muy fuerte, pero esto no quita que la esencia del ayllu es la democracia.

Si política es el arte de gobernar y no aprovecharse de los bienes públicos para beneficio propio, los comuneros están más entrenados que nadie en este arte (de lo segundo conoce muy bien la «clase política»). Por lo tanto, no es nada extraño que el municipio más democrático del Perú haya surgido de las comunidades indígenas y no de una zona urbana donde el doctor o el ingeniero sólo gobiernan su casa.
En esa proeza que significa el rescate de nuestra tradición indígena en la práctica de la democracia, las principales protagonistas fueron las comunidades indíge­nas, pero es innegable el rol importante desarrollado por el inteligente, hábil trabajador y modesto alcalde de Limatambo, Wilbert Rozas, quien tiene su cora­zón entregado a los ayllus.

NUESTRO FUTURO

Conocer nuestro pasado nos ayuda a encontrar la ruta de nuestro futuro. No se trata de repetir lo vivido. Es otra época y la humanidad caminó y aprendió bastante.
Pero las raíces son raíces, y ellas determinan la forma de crecimiento del árbol. Fuimos llevados por rutas falsas, que no nos correspondían, que nos fueron trazadas por intereses ajenos a los nuestros.

Nos corresponde luchar para lograr tomar nuestro propio camino, para ser nue­vamente nosotros, no una caricatura de otros.

Continuamos aplastados, necesitamos una verdadera independencia, no nos bas­ta con aquélla que nos dieron y que sólo significó cambiar de amo, manteniendo no sólo la opresión exterior sino también la opresión interna. Thupaq Amaru no fue precursor de esa falsa independencia como pretenden hacernos creer nuestros opresores, fue precursor de la verdadera independencia que todavía está por forjarse. ¿Cómo construiremos el futuro cuando seamos realmente libres? No lo sabe­mos; «caminante no hay camino, se hace camino al andar»......

No lo sabemos, pero vislumbramos algo viendo nuestro pasado y nuestro presente: Somos hijos de una cultura fundamentalmente agrícola, esto es, productora de alimentos para el bienestar de la población. Creemos que la agricultura será el pilar de nuestra construcción futura. Quedará atrás no sólo el abandono vergon­zoso en que está sumida, sino también pondremos fin a la guerra furiosa que le hacen nuestros gobiernos, permitiendo la contaminación de nuestras tierras cul­tivables, robando agua a las comunidades de la sierra, depredando la selva amazónica, impulsando y permitiendo el uso de agroquímicos, importando pro­ductos agrícolas subvencionados en sus países de origen, etc.

Los intentos de industrialización no han sido más que débiles caricaturas aplasta­das por las potencias industriales.
La minería, desde la invasión, nos ha producido muchos males y muy pocos bienes, ahora nos produce más daño que nunca.
Los múltiples saqueos, también nos han hecho mucho daño (wano, caucho, harina de pescado, madera).

El respeto por Pacha Mama, hoy es compartido por grandes sectores de la huma­nidad que están contra el exterminio del mundo, volveremos a practicarlo.

La modernidad ve con mucho respeto nuestra biodiversidad. Hemos hablado de que ella fue comprendida y aprovechada por nuestros antepasados. Considera­mos que volverá a ser la veta de nuestro desarrollo, fundamentalmente en la producción de alimentos y de medicinas. No podemos competir en cantidad con los países de planicies, pero nadie puede competir con nuestra diversidad bioló­gica, aprovechémosla, no sólo para nuestro consumo, sino también para la ex­portación; la quinua está siendo conocida y respetada en Europa; la kiwicha es usada por los astronautas; en el país somos testigos de la expansión del consumo de maca. En cuanto a la medicina, la hoy mundialmente famosa uña de gato no es más que uno de los miles de productos medicinales que podemos aprovechar.cultivándolos, no depredándolos como se hizo con el caucho y se hace hoy con la uña de gato.

Paulatinamente debemos volver a planificar la producción de acuerdo a las nece­sidades; ahora, excluyendo la planificación a nivel de comunidad, estamos en cero; pues a los gobernantes no les importa si morimos de hambre, ellos tienen la tarea de cumplir con las exigencias de nuestros amos extranjeros. La Federación Departamental de Campesinos del Cusco intenta comenzar con la planificación en una micro cuenca.

El mar peruano ya no será depredado para alimentar a los gatos europeos como lo es hoy, habrá un aprovechamiento racional de su riqueza pesquera para darla de alimento a nuestro pueblo, tan carente de proteínas en su alimentación. Consideramos que la futura industrialización deberá estar al servicio de nuestra agricultura, adaptándonos, como en el pasado, a nuestra biodiversidad. No cree­mos que debamos poner grandes fábricas, sino pequeñas, cerca de las diversas fuentes de producción de materia prima. Son algunas de las proyecciones sobre las que conversamos en la Confederación Campesina del Perú.

Toda la organización actual del país, en sus múltiples aspectos, está fundamental­mente adecuada a los intereses de nuestros amos, principalmente extranjeros; no está al servicio de la población peruana, como nos dicen. Los encargados de cuidar esos intereses coloniales, también atienden los suyos propios, lo que ha­cen a su vez sus subordinados. Así, el Perú es saqueado de arriba abajo, se nos roba en todos los niveles, desde las grandes y poderosas multinacionales hasta los pobres policías o secretarios de juzgado, es por eso que nos morimos de
hambre, no es como se esfuerzan en hacernos creer, que el peruano es vago y bruto, tampoco nos faltan recursos naturales. A quienes gobiernan el país, lo último que les importa, es lo que necesita o conviene a sus habitantes.

La población peruana tiene el derecho de atender sus propios intereses, de que su trabajo y el uso de los recursos este dedicado a eso, en todos los aspectos. Ya hemos hablado sobre la agricultura, mencionemos, como ejemplo, otros aspectos: Sobre la justicia en el Perú hay tanto que hablar que da ganas de hablar poco. Sabemos que, a pesar de los cambios últimos y con honrosas excepciones, de arriba abajo es un antro de corrupción. Las leyes están hechas por el parlamento, cuya mayoría no defiende los intereses del pueblo sino de los opresores. Pero, cuando esas leyes tocan los intereses de los ricos, ni ellas se cumplen. Los jueces, vocales, fiscales, no son elegidos por el pueblo. Hay que pagar a los abogados, vocales, fiscales, jueces, escribanos, secretarios. La justicia es una mercancía más. Hay muchos inocentes y personas que han cometido faltas leves que mue­ren en las prisiones. Mientras grandes delincuentes andan libres y son muy respe­tados, por ejemplo los funcionarios de las minas que contaminan el ambiente causando la muerte de muchos peruanos o los que saquean la selva amazónica o el mar, asesinando el futuro. Es una podredumbre que el sólo mencionarla da asco. La institución policial no sólo es excesivamente corrupta, sino que está al servicio de los poderosos y sirve para cuidar sus intereses; muchos de los mejores hijos del pueblo han sido asesinados por ella, sin que esto quiera decir que no haya muy buenas personas entre los policías

Para el ejercicio de justicia y la función policial tenemos una guía. Las rondas campesinas nos enseñan que la verdadera justicia es la que administran las perso­nas encomendadas por la colectividad para hacerlo, bajo la supervigilancia direc­ta de esa misma colectividad.

En cuanto a la medicina, sabemos qué es lo que sufrimos por nuestra condición de colonia: Medicinas que están prohibidas en los países de nuestros amos por ser de nocividad comprobada, se expenden libremente entre nosotros; porque lo importante para quienes nos gobiernan, es la salud de las multinacionales que las producen, no la de nuestro pueblo. Medicinas que fueron probadas en especies animales pasan luego a serlo en nosotros, si la gente de acá muere al usarlas, queda descartado su uso por la población de los «países adelantados». La aten­ción en nuestros hospitales y postas médicas es una caricatura de la que se tiene en los países de los amos; en el campo abundan las postas médicas sin medicinas. La mayor parte de estas es sólo para curar a la gente adinerada, de la otra, a los gobernantes no les importa si se muere.

Además de estas características que sufrimos por ser colonia, hay otros inconve­nientes en la llamada «medicina científica occidental»: También a la atención de los pacientes ha llegado la «producción en serie del mundo civilizado», ya no somos personas, somos cosas que necesitan refacción en determinada pieza, de eso se encarga el especialista respectivo en el departamento dedicado a la refac­ción de ese tipo de piezas. Por lo tanto no se atiende a la persona, sino al órgano, el especialista en ese órgano; pero el paciente es un individuo integral, con características peculiares propias, sicológica y fisiológicamente; una de consecuencias nocivas de esta forma de encarar la salud, es que muchas medicinas sanan el órgano al que están destinadas pero enferman a otros. Reitera lo que interesa es la salud de los laboratorios multinacionales como Bayer, Roche Parque Davis, no es la salud de la gente.

También en este campo debemos mirar nuestro pasado que afortunadamente mantiene vivo en muchos aspectos de la medicina natural. Los adelantos de ciencia deberíamos usarlos para estudiar nuestra biodiversidad escuchando a nuestros médicos, a los llamados «curanderos». Algunas veces será útil hacer extractos del principio activo de una planta o de un animal, otras veces no.

Al contemplar la educación en el Perú, vemos que tiene muy poco que ver las necesidades de nuestro pueblo. Por ejemplo, en el campo debiera darse importancia al entorno en que vive el alumno, fundamentalmente a la formación agropecuaria, pero no sólo a eso; el niño rural vive en un ámbito geográfico social completamente diferente al niño urbano, no se le enseña nada acerca de se medio ambiente, pero sí tiene que memorizar las palabras que dijo Alfonso Ugarte antes de suicidarse.

Otro mal muy grave es que no se educa a los niños en su propia lengua sino en la de los invasores, esto causa muchos males; por ejemplo, la tarea inicial en la escuela es aprender las cinco vocales castellanas, como en quechua existe sólo una de ellas y otras dos que no hay en Castellano, el niño quechua no puede pronunciar­las, el de habla castellana sí; por lo tanto, la primera lección aprendida por el niño quechua es que «es bruto por ser indio»; el daño producido por esto le acompa­ñará toda su vida.

Algo muy nocivo para la educación, que es denunciado cada día, es el mísero salario de los profesores. A causa de ello, muchos estudiantes que no han podido ingresar a la escuela militar o a otras carreras, se resignan con cólera a ser maes­tros, en lugar de nada. No es ése el tipo de educadores que necesitamos, quere­mos personas que disfruten enseñando porque les guste esa labor. Además, los exiguos ingresos no permiten la adquisición de libros para superarse. Una mala consecuencia adicional, es que para ganar el dinero que requieren, deben dedi­carse a realizar otros trabajos que absorben su atención. Así, llegan a la escuela llenos de frustraciones, coléricos, con el pensamiento puesto en su otro trabajo; esto, naturalmente, redunda negativamente en la enseñanza.
He dado algunas opiniones sobre agricultura, justicia, salud, educación; pero soy consciente de que sólo son opiniones de un individuo. Quien determine lo que en el futuro se haga, no he de ser yo ni nadie en particular. Luego de escu­char y evaluar lo manifestado por personas entendidas en cada uno de los temas, será la colectividad organizada, la que sufre los males actuales, la directamente interesada en el cambio, quien señale el mejor camino en cada uno de los aspec­tos; si la práctica le indica que se equivocó, ella misma, experimentando, se co­rregirá. Ese el único gobierno en el que podemos confiar, el único con garantía de interés y de honradez, imposible de ser sobornado.

Creemos que el municipio de Limatambo nos da un buen ejemplo de cómo deben ser gobernadas las pequeñas poblaciones del país y el Perú entero, por asambleas de delegados y delegadas del pueblo organizado; recién entonces ten­dremos la verdadera democracia, no necesitamos la actual dictadura de las gran­des empresas multinacionales mediante sus sirvientes peruanos, disfrazada de democracia; nuestro pueblo no necesita esa dictadura ni ninguna otra, merece ejercer y disfrutar la democracia verdadera, la democracia del ayllu.



(1) Hugo Blanco nació en Cuzco (Perú) y realizó estudios de agronomía en Argentina, en la Universidad del Mar del Plata. Viajó por Argentina y Chile y de vuelta a Perú trabajó con los campesinos del Valle de la Convención. Una gran huelga campesina en los años 60 del valle del Cusco derivo en enfrentamiento armado con el ejército. Hugo Blanco había sido elegido responsable de la autodefensa. Fue detenido, procesado y pasó varios años en la cárcel con petición de pena de muerte. Tras una gran campaña de solidaridad internacional, fue deportado a Suecia. A su vuelta a Perú, tras una amnistía, fue elegido para la dirigencia de la Confederación Campesina de Perú y entró en el Parlamento en representación de la izquierda peruana. Muchas personas en Perú le identifican con la consigna “tierra o muerte”.